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Por: Jubal Hernández En: septiembre 25, 2017 En: Editorial, Noticias Comentarios: 0

Los trabajadores de los Centros de Arte, Cultura y Turismo del Cabildo de Lanzarote siguen teniendo muy presente la figura de su creador, César Manrique.
Por eso, y como es tradición, se dieron cita esta mañana en el cementerio de Haría, donde reposan sus restos mortales, para tributar un cálido y sentido homenaje al genio, tristemente desaparecido tal día como hoy hace 25 años, en el que estuvieron acompañados por el presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés; el alcalde de Haría, Marciano Acuña, y por familiares, amigos y seguidores del artista.

Un grupo de alumnos del CEIP San Juan de Haría fue el encargado de abrir el acto recitando unos poemas escritos por ellos sobre Manrique. A continuación, Juan Manuel Montero tomó la palabra para trazar una semblanza alrededor de la figura del artista.

25 aniversario Casa Manrique CEIP

Las Malagueñas a César Manrique, interpretadas por el grupo Coros y danzas de Arrecife, pusieron brillante punto y final a este sencillo acto. Cantadas por primera vez en las fiestas de Candelaria, en Tenerife, en el año 1992, y felicitadas por el propio artista, las voces de las Carolina Cabrera, Arima Saavedra y Marcial de León emocionaron en el silencio del cementerio norteño.

A la conclusión del acto, el presidente del Cabildo de Lanzarote, Pedro San Ginés destacó que “la sociedad de esta isla está impregnada de la forma de hacer y de entender la vida de César Manrique”, y apuntó que “pese a los errores que hayamos podido cometer durante este último cuarto de siglo, el sello y la impronta de Manrique quedaron grabados para siempre en Lanzarote y en el ideario de todos los lanzaroteños, lo que nos ha servido para seguir siendo una isla de referencia”.

César Manrique, el genio inmortal

César Manrique (Arrecife, 24 de abril de 1919-Teguise, 25 de septiembre de 1992) consiguió cincelar sobre el entorno natural una obra en perfecto equilibrio. Interpretó como nadie la belleza y el valor del espacio que le envolvía, y plasmó en él su genial imaginación. Su legado y prestigio traspasaron fronteras pero, sin duda, es en Lanzarote, la isla que le vio nacer, donde logró manifestar en mayor medida su amor por el paisaje, ese que otros consideraban desértico, árido e inhóspito, pero que para él era sinónimo de belleza. Así, desde el respeto, la admiración y la gratitud hacia el entorno en el que había crecido, elaboró su trabajo.

Su primera obra en Lanzarote, y quizás la más espectacular, fue Jameos del Agua, con la creación de un auditorio natural perfectamente integrado en una caprichosa formación volcánica. Su belleza, sus contrastes de luz y colores la convierten en un trabajo universalmente admirado. Esta obra puede resumir en gran medida lo que Manrique realizó durante toda su vida: composición de espacios en los que la aportación humana quedara armoniosamente integrada con el entorno natural, ensalzando su belleza y sus valores. El mirador del Río, su propia casa, en el Taro de Tahiche, el Monumento al Campesino y el Jardín de Cactus son otras de las obras más significativas del artista.

Pero Manrique también dejó un importante legado fuera de su isla natal. Destacan el espectacular mirador de La Peña, en El Hierro; el mirador de Palmarejo, en La Gomera; el Parque Marítimo de Puerto de la Cruz y Playa Jardín, en Tenerife; el Centro Comercial La Vaguada, en Madrid, y el amplio Parque Marítimo del Mediterráneo, en Ceuta. Son todas ellas creaciones de espacios públicos, trabajos de arquitectura y urbanismo verdaderamente singulares en los que el entorno natural es el principal protagonista.

Para César Manrique la naturaleza no fue sólo la referencia fundamental para su creación artística sino también para su vida. No creó en la naturaleza sino que creó con ella, y su relación con el entorno no fue simplemente estética sino de un verdadero y ejemplar compromiso con la defensa del medio ambiente.